EL CAMINO DEL CORAZÓN 10 días en un monasterio

“El Camino del corazón” 10 días en un monasterio quiere ser una ayuda y un reclamo para todos los buscadores que se acercan a los monasterios atraídos por la música callada de sus moradores.

El protagonista del libro se siente saturado de conceptos, palabras, pensamientos…, quiere parar, empezar a quitar, pero ¿cómo?, ¿dónde? Y como por ensueño surge la silueta majestuosa de un monasterio, tan frecuente en nuestra geografía. 

La aventura empieza con un sencillo diálogo:

            —Puedo pasar unos días en la hospedería monástica?    

            —Por supuesto… —contesta el monje. Y continúa ya sin parar, poco a poco aumentando su intensidad y profundidad, hasta la despedida.

A los largo de diez días, diez capítulos, se esbozan pinceladas de lo que es la vida cotidiana en un cenobio benedictino: el sendero que conduce a la verdad, la novedad de la lectio divina, otras formas de pensar son posibles, la alegría de la liturgia, la sabiduría de la atención, el trabajo no engaña, el estrés y la angustia tienen marcha atrás, el tiempo no pasa, la transformación litúrgica.

Para avanzar por el estrecho pasadizo que los autores nos han abierto, necesitamos realizar un proceso de “decrecimiento” espiritual en el cual se asciende bajando,  menos es más y cuya meta es la simplicidad. Se suele pasar por diferentes estados de consciencia, se suele llegar estresado, angustiado, y se termina, experimentando cierta unificación en torno al ser.

Esta transformación se inicia con un gran paradoja, pues para “quitar” comenzamos añadiendo: reflexión, profundidad, estudio… Desde aquí se pueden escuchar vuestras quejas, ¿acaso son necesarias más palabras, ideas, para parar? La respuesta la podemos encontrar en el diálogo de un antiguo maestro con su discípulo:

            —¿Qué puedo hacer para llegar a la iluminación?

            —Tan poco como lo que puedes hacer para que amanezca por las mañanas.

            —Entonces, ¿para qué sirve la practica espiritual?

            —Para asegurarte de que no estarás dormido cuando el sol comience a salir.

La estancia temporal en los monasterios tendría que ser más frecuente en la vida de los cristianos. Monjes y laicos juntos bajo la sombra de protección de la espiritualidad benedictina, viviendo el “arquetipo monástico”, la búsqueda de lo esencial y la simplicidad, que todo ser humano poseemos.

La Iglesia declara que la experiencia monástica es puente para el encuentro de las religiones. En la medida en que nuestra búsqueda es más radical, es más sencillo el compartir experiencias con los auténticos buscadores de las otras tradiciones. Por ello los autores han introducido textos y experiencias de grandes santos de otras religiones. “Tanto más lejos podemos llegar cuanto más honda sea nuestra experiencia de Dios”.

 

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