En la “oración de Jesús” repetimos el nombre de Jesús y cuando invocamos su nombre, traemos a nosotros a la totalidad de su persona, pudiendo implorar su ayuda y misericordia.
Se la denomina también «oración del corazón», porque su propósito es «abrir nuestro corazón», nuestro centro espiritual a Dios para llegar a la unión con él. La invocación continua del nombre de Jesús, hecha con un deseo lleno de dulzura y de gozo, hace que nuestro corazón se desborde de alegría.
Cuando nuestro pensamiento no cesa de invocar el nombre de Jesús y nuestro espíritu está atento a esta invocación, la luz del conocimiento de Dios cubre con su sombra toda el alma como una nube inflamada en llamas.
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